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dilluns 27 de setembre de 2010
Diagonal. Miguel Urbán / Madrid. Lunes 27 de septiembre de 2010. Número 133

Las cloacas de la Transición y la estrategia de la tensión


Desde el inicio de la Transición, las acciones de terrorismo ultraderechista se incrementaron exponencialmente, con numerosos enfrentamientos callejeros producidos por los ataques de las escuadras fascistas, asesinatos de militantes de izquierdas (unos 40 en tan sólo seis años, como el de los abogados laboralistas de Atocha o el de Yolanda González, joven militante del PST), así como atentados contra sedes de organizaciones de izquierda, publicaciones o centros vecinales. La mayoría de ellos todavía sigue impune, sin esclarecer su verdadera autoría y la posible implicación de las fuerzas de seguridad del Estado.

Entierro de los abogados de Atocha asesinados por un comando de ultraderecha. Acudieron más de 100 000 personas

En las cloacas de la historia de la Transición se produjo la “estrategia de la tensión”. Así se denominó al conjunto de atentados y crímenes selectivos, organizados y/o alentados desde instituciones oficiales y ejecutados por ultraderechistas, que se desarrollaron desde el tardofranquismo hasta el 23-F y que intentaron condicionar este proceso de transición pactada.

Mas allá de la disparidad de siglas ultraderechistas que actuaron, lo que ya parece fuera de dudas es la implicación en algunos casos y el consentimiento en otros de las fuerzas de seguridad del Estado. En palabras de un antiguo militar que formó parte de estos grupos, “eso sólo son siglas, nombres que van saliendo y que se van utilizando conforme se necesita. La tutela de los atentados la tenían agentes del servicio secreto Servicio Central de Documentación (SECED), con dinero y manos libres para actuar al margen de la ley”. De hecho, los primeros GAL fueron formados por los servicios secretos españoles y numerosos militantes del terrorismo ultraderechista.

Un ideólogo italiano

Considerado por la policía italiana como el ideólogo de la “estrategia de la tensión” que desarrolló la Operación Gladio (vinculada a la OTAN), Stefano Delle Chiaie escapó a España. En su ‘exilio’ fue protegido por Franco y posteriormente por los políticos que dirigieron la Transición. Durante este período, se convirtió en una pieza clave de las actividades clandestinas del terrorismo de la extrema derecha, además de coordinar la colaboración de otros conocidos ultraderechistas italianos. La mayoría de esta diáspora ultraderechista italiana no sólo gozó de la protección franquista, sino que estuvo a sueldo de los servicios secretos españoles.

Fueron utilizados como mercenarios para atentar contra diferentes objetivos de la izquierda. Carlo Cicuttinni, mano derecha de Chiaie, implicado por los servicios secretos italianos en la matanza de los abogados de Atocha, confesó tras ser detenido que había trabajado para la Policía española realizando operaciones en Francia, como integrante del grupo Antiterrorismo ETA (ATE), tanto de vigilancia y observación de izquierdistas españoles como de integrantes de ETA y que había perpetrado atentados contra estos últimos.

El propio Ernesto Mila, fundador del Partido Español Nacional Socialista (PENS), relacionado con el SECED y, presuntamente, implicado en diversos atentados fascistas en esa época, afirmaba en una entrevista: “La Transición estaba cerca y algunos servicios de seguridad del Estado juzgaban que era preciso generar la sensación de que existía una amenaza de extrema derecha. Aumentar esta sensación de amenaza generaba sorpresa y temor en la opinión pública. El motor real del cambio, a partir de mediados de 1976, fue el miedo a ‘la involución’. Y para ello era preciso acrecentar la sensación de ‘amenaza fascista’”.

En este sentido se expresa el profesor Mariano Soler: “Tras la muerte del general Franco, el régimen se reformó y sus miembros más aventajados organizaron la demolición controlada de las viejas estructuras del aparato franquista, mientras se esforzaban en controlar la calle con la represión, con los atentados involucionistas y con la acción intimidatoria de grupos parapoliciales de extrema derecha. Esta violencia sirvió, en la práctica, como contrapeso a políticos de la derecha posfranquista (UCD, AP) para sus fines electorales y para dirigir el proceso de transición, mientras se desmontaba elobsoleto aparato de Estado franquista y se consensuaban las nuevas reglas del juego”.

Crímenes impunes

Desde el inicio de la Transición, las acciones de terrorismo ultraderechista se incrementaron exponencialmente, con numerosos enfrentamientos callejeros producidos por los ataques de las escuadras fascistas, asesinatos de militantes de izquierdas (unos 40 en tan sólo seis años, como el de los abogados laboralistas de Atocha o el de Yolanda González, joven militante del PST), así como atentados contra sedes de organizaciones de izquierda, publicaciones o centros vecinales. La mayoría de ellos todavía sigue impune, sin esclarecer su verdadera autoría y la posible implicación de las fuerzas de seguridad del Estado.

Diagonal

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